lunes, 13 de febrero de 2012



Atilano Rico


Acaba de fallecer, y a la muy avanzada edad de 96 años, uno de los sacerdotes más egregios del obispado de Mondoñedo, que ha dejado en muchos de nosotros indeleble huella. Nacido en una humildísma familia de Bretoña, Pastoriza (seis hermanos huérfanos de padre), entró muy niño en el Seminario de Mondoñedo, destacando desde el principio para cursar luego en Roma toda la Teología. Regresó a los 24 años y fue Villalba su primer destino como coadjutor. Allí contactó especialmente con la familia Fraga Iribarne, gozando del especial afecto de aquella santa madre que fue doña María Iribarne. Compartió con esta familia grandes gozos y grandes pruebas, como cuando Pepe, con dos carreras terminadas a los 22 años, pereció ahogado en el río Magdalena, o cuando la hermana mayor murió tuberculosa en Cuenca recién ingresada en la Congregación de Siervas de San José.
La amistad con D. Manuel fue muy espiritual y honda. Seguramente fue el sacerdote a quien Fraga más amó. Cuando su esposa estaba ya muy próxima a la muerte, D. Atilano, ya jubilado desde hacía muchos años, vino desde Bretoña a la casa de Os Roxos, donde celebró la misa y administró los sacramentos a Carmen Estévez, que permanecía en pie, elegante hasta el final.
El periplo sacerdotal de D. Atilano fue muy rápido y variado tras el paso por Villalba: director espiritual del Seminario Menor; párroco, inconcebiblemente, de la remotísima parroquia de Vilacampa; director espiritual del Seminario Mayor con la aceptación admirada de los alumnos que lo teníamos por el mejor de nuestros formadores.
El obispo D. Fernando Quiroga lo hizo canónigo a los 29 años, después de brillante oposición. Pero él soñaba con ser capellán de la Armada, obteniendo el número 1 en las oposiciones. El escalafón estaba prácticamente en blanco, así que llegó a coronel prontísimo. Siguió estudiando siempre, dominando a la perfección cinco idiomas. Pero su tema preferencial era la espiritualidad, centrándose especialmente en Fray Luis de Granada. Sus obras fueron su pasto en los largos años de retiro, siempre, y desde joven, desengañado del mundo "prometedor falso, engañador cierto, amigo fingido y enemigo verdadero", como solía repetir de memoria con clara visión de eternidad.


IN MEMORIAM DE JOSE RICO . 
El autor, José María Diaz, es deán de la Catedral de Santiago

















RECOGIDO EN EL CORREO GALLEGO


































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